viernes, 16 de diciembre de 2011

miércoles, 9 de noviembre de 2011

De personajes y sueños

¿Nunca se os ha escapado un personaje de un libro y os ha perseguido hasta límites insospechados e insospechables? Hasta más allá, por ejemplo, de una simple madrugada, horadando el sueño, desvelándoos; o incluso dormidos, en fase REM, conviviendo con ellos dentro del mismo argumento o en otro paralelo que, consciente o inconscientemente, hayamos creado.
A veces también esos personajes acompañan en horas de silencio, o en minutos de silencio, vaya, cuando una está haciendo nada o haciendo algo que no requiera más que trabajo manual y quede la mente disponible para el menester de pensar.
Quizá de niños esto suceda con más frecuencia después de leer, o de que te lean, un cuento. Pero a los adultos también nos sucede, no sé si a todos pero estoy segura que a alguien más que a mi le tiene que pasar.
Me refiero a que se le escapen personajes de entre los libros y se empeñen en quedarse por algún tiempo, hasta que otr@, con los ojos más azules, l@ sustituya.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Sala de espera


La chica rubia que acompaña a la señora mayor debe tener aproximadamente cuarenta años, o seguramente tiene más o seguramente tiene menos  o seguramente yo no tenga ni idea de la edad que tiene. Llevo viéndola varios miércoles seguidos. La mujer a la que acompaña desde luego que ha mejorado; los primeros días daba penita verla, hoy por lo menos sonrió a la enfermera cuando dijo su nombre.
La rubia que digo lee revistas del corazón con avidez y cuando ha devorado todas, las que trae en una bolsa del corte inglés y las que hay en el revistero, saca su móvil y juega con él. No levanta los ojos ni por casualidad pero tampoco tiene aspecto de ser retrasada.
El señor de enfrente, con camisa de rayas azules, tiene mirada bondadosa, a veces nuestros ojos se cruzan y nos sonreímos sin saber porqué. También lleva viniendo varios miércoles. Lo acompaña una señora que debe ser su mujer y hoy,  por falta de sitio, se ha sentado cuatro sillas más allá y de vez en cuando vuelve la cabeza inclinándose con una extraña y silenciosa mueca para asegurarse que su marido sigue ahí; luego la mujer retoma su postura, cierra los ojos y se entrega en profundidad a sus pensamientos.
La enfermera se ha pasado todo el rato quitando y poniendo el aire acondicionado, atendió todas las peticiones de “haz el favor de quitar el aire, bonita; qué frío”, “¿no podría usted poner el aire, señorita, qué calor?”,  y así la hora y pico de espera.  Me ha encantado su tranquilidad y mira que es difícil agradar a todo el mundo a la vez sin perder la compostura.
La señora que está a mi lado lleva un bolso rojo-rojo-con-ganas-casi-bermellón que no puede ser más feo, pero a ella le hace juego con las sandalias y seguramente le encanta el conjunto. La buena mujer, pues, tiene mi beneplácito para ponerse encima lo que quiera. La acompaña su hija, que es una protestota que no sabe esperar ni guardar las formas. La conozco de hace ya varias semanas. De vez en cuando baja sus vista hacía el Ocho, que menudo tocho es para andar de acá para allá con él, y nos deja en paz 10 minutos seguidos; intenté recordar el final pero me resultó imposible y eso que hubiera jurado que en su momento me gustó.
Está el hombre alto que es moreno teñido, pero qué mal le queda así el pelo.  Definitivamente los hombres que se tiñen no me gustan nada, les queda la cara como sin gracia. Además a mí siempre me han gustado con canitas.
El matrimonio joven que siempre sonríe acaba de llegar, son muy monos los dos. Muy planchaditos y con los zapatos brillantes. A ella se la ve muy enamorada y él, creo que por chulería, pasa un poco de sus arrumacos, pero se les nota muy cómplices y me encanta.
La hija de la mujer de bolso y sandalias rojas empieza a despotricar otra vez, ya nadie la mira y me da la impresión de que eso la pone de peor humor.
Hago un chasquido con la lengua y vuelvo a  una anotación que tomé de una página de Internet que me llamó poderosamente la atención y la copié en una hoja de libreta que me está viniendo muy bien como separador del libro que estoy leyendo (El retrato de Dorian Gray). La anotación que digo es la ley o principio de Pascal:

“la presión ejercida por un fluido incompresible y en equilibrio dentro de un recipiente de paredes indeformables, se transmite con igual intensidad en todas las direcciones y en todos los puntos del fluido”.

¿Y para llegar a esa conclusión hacía falta hacer una ley o un principio? Pues sí, porque gracias a ello se pudo desarrollar la prensa hidráulica, entre otros inventos.

martes, 1 de noviembre de 2011

Atemporal

Años después del desastre emocional que nos causó la ruptura, ayer coincidimos en Nueva York delante de un Picasso al que examinábamos como si realmente entendiéramos la abstracción a la que fue sometido el arlequín.

 (Todas las historias pijas -sean de dónde fueren las dos partes en conflicto- acaban teniendo como escenario común una sala de arte de Nueva York).

Hacía rato que te había visto desde un extremo de la sala, jerez en copa, y ni un instante dudé que fueras tú pero preferí acercarme discretamente para corroborarlo y a la vez mirar el mismo cuadro que mirabas.  
El olor dulzón a tú sempiterna colonia era tu seña de identidad y por tanto, la confirmación de que efectivamente se trataba de ti. Tantos años y aún seguías usándola; recuerdo perfectamente que fui yo quien te la regaló a los pocos meses de conocernos, ¿lo recordarías tú también o sencillamente seguirías usándola por esa manía tuya de no cambiar casi nunca de costumbres? Cuánta obstinación…
¿Cuántos años habían pasado desde que nos tiramos los recuerdos a la cabeza? ¿Veinte? ¿Más?
Supe que habías ido también al psiquiatra pero al cabo de unos meses perdí todas las pistas que me llevaban a tus quehaceres y preferí no seguir indagando. Total quien me había puesto los cuernos habías sido tú y por tanto tú eras quien debería desaparecer de mi vida sin que yo hiciera nada para reencontrarte.
Qué normales éramos y de qué atípica manera nos comportábamos.
Pasado un tiempo dejé de evocarte con los ojos cerrados y tan  sólo una noche de octubre se me ocurrió pensar que una infidelidad (que no dejan de ser siempre atemporales y quien sabe si necesarias) no debería ser la causa de una ruptura eterna, pero deseché la idea porque ya hacía varios otoños que nos habíamos ido para siempre.
Ayer, al verte en la sala de arte (ésa en la que el destino nos tenía preparada la sorpresa de un encuentro casual) supe que eras la persona que más había amado en mi vida pero fingí que a penas te recordaba y sonreí con exceso de ausencia cuando me dijiste:
 _¡Hola!, ¿cómo estás? Me alegra verte, ¿me recuerdas, verdad?
_Ah…  hola, claro. Qué tal, cuánto tiempo, sí…

Pero ese perfume… el mismo que te regalaba cuando nos amábamos, me desarmó por dentro y empecé a odiar a Picasso y a Nueva York en la misma proporción, y sonreía como si realmente dudara quien eras porque no me podía permitir ni tan siquiera una grieta por la pudieras entrever que estaba empezando a temblar como la primera vez que nos besamos.

jueves, 27 de octubre de 2011

Liberación


La sensación que sentí al tener el mar tan de cerca, verlo, oírlo, olerlo… empezó a formar parte de mi ADN desde el segundo exacto que caminé desde el paseo hasta la arena en dirección a las olas. Fue en Galicia y tenía 9 años. Perdí el norte en ese instante y de paso desgracié con el salitre unas botas de piel estrenadas para la ocasión, pero me importó menos que perder años después la virginidad o extraviar aquella bufanda horrenda que me habían regalado mis tías, de lana reciclada que antes había sido jersey y antes de jersey,  cojín, y antes de cojín, colcha de cama y antes de colcha de cama, oveja.
La oveja en cuestión, estoy segura, en vez de leche daba naftalina por que por litros de vernel que usara, el olor a alcanfor persistía eternamente hasta acabar dudando si es que olían así todas las cosas o sólo la puñetera prenda. 
Si alguien me la hubiera robado, en el hurto hubiera llevado implícito el castigo pero lo cierto es que nadie me la robó sino que un buen día de finales de un invierno decidí extraviarla para siempre en el fondo maloliente de un contenedor de basura. Juro por quien tenga que jurarlo que fue un acto totalmente involuntario, un acto reflejo que… llevaba posponiendo dos inviernos.
¡Qué liberación!

lunes, 24 de octubre de 2011

Politeísmo

"El dios de la lluvia es un charco precioso sobre una roca. La última vez que lo vi fue en Espinho y le saqué una foto"

Por fin, después de no sé cuántos meses, esta mañana amaneció lloviendo.
Domingo_lluvioso_domingo_gozosooooo... Para mis adentros improvisé esa cantinela como si de una liturgia se tratara. Los buscadores de setas seguramente que se apuntan al estribillo, no así los paseantes matutinos ni quienes tienen quitadas las tejas de su tejado aprovechando la bonanza de los días calurosos de este otoño, para tapar goteras.
Que nunca llueve a gusto de todos es una verdad tan irrefutable como que dios no existe; sí existen, sin embargo, los dioses, así en plural, ya que el mundo, per se, es politeísta. Lo del monoteísmo impuesto es uno de los peores inventos sociales que se ha podido urdir a través de los siglos. Una involución, un despropósito cuyo único fin fue, y sigue siendo,  amedrantar a la mayor parte posible de la humanidad.
Y a la parte que quedó sin aquel dios, le cayó otro peor y así existen en la actualidad minorías guiadas por la intolerancia de otros adoctrinamientos que aportan más ceguera que luz a sus gregarios.
Decía antes que el mundo es politeísta por que estoy segura que existen tantos dioses o diosas como cosas bellas: el dios o la diosa de las Artes, de las Lluvias, de los Mares, de las Estrellas, de los Pianos, de las Bicicletas, de las Nubes, de los Pasteles, de la Música, de los Bebés, de la Pintura, de Las Flores, del Chocolate, de la Sonrisa, del Amor… Por cada cosa buena es preceptivo que exista un titular, aunque luego no sirva para nada y no sepamos pintar y nos salgan caries con el chocolate y los bebés se conviertan en adultos egoístas y a las bicicletas se le pinche una rueda…
El caso es que cada cual debe creer en lo que quiera sin que se lo imponga nadie, ni la sociedad, ni su barrio, ni su familia ni su historia. Una mente que cree en un solo dios sin concesiones, es una mente propensa a la resignación. Y la resignación es un acto impuro de sumisión que anula la capacidad analítica individual en favor de una jerarquía de cantamañanas en busca de un patrimonio material y humanoide que le da carta blanca para dominar mentes y mundo. Eso sucede cuando los dioses “únicos” se representan con forma humana y cara autoritaria.  Si yo pienso en Alá, que no pienso nunca en él ni falta que hace, mi gesto sería de pavor; si pienso en Jesuscristo, también me da grima ese gesto adusto y paternalista, lleno de dolor -por citar los más conocidos en el ambito doméstico de este lado del mundo-.
Por el contrario, el dios del Chocolate es rectangular y está dividido en cuadritos, y tan sólo con visualizarlo mentalmente se provoca una dulce sonrisa en el rostro.
¿Se nota la diferencia dogmática?
Llueve, sigue lloviendo a poquitos pero es suficiente para que se limpie la atmósfera, que estaba muy polucionada y los alérgicos lo notamos a la legua. Eso sí, en los cristales en vez de gotas de lluvia quedarán bolitas negras, pero no hay un choorrito de amoniaco disuelto en un par de litros de agua que no pueda con ellas.
El dios de la lluvia es un charco precioso sobre una roca. La última vez que lo vi fue en Espinho y le saqué una foto, sin embargo el amoniaco creo que no tiene dios, porque no hay dios que aguante su olor, pero limpia que da gloria bendita.
Ha parado de llover. Ojalá vuelva de madrugada y me despierte el ruido de las gotas, que no hay mejor placer que el tintineo la lluvia te desvele a las cinco de la mañana para volver a dormirte al cabo de unos minutos con el mismo sonsonete...

lunes, 10 de octubre de 2011

Ardor


Una sólo se levanta a las 06:30 a.m. por cuestiones fisiológicas (por ejemplo, sed) o por que el madrugón sea preludio de un viaje; es que no me merece la pena quitarle un par de horitas al placer matutino de dormir (tengo que confesar que habitualmente dispongo de un estupendo horario de entrada a mí trabajo), pero hoy he tenido que levantarme a esta inadecuada hora por un motivo muy molesto: ardor de estómago, así como suena: ar-dor-de-es-tóoooo-ma-gooo. Y lo curioso es que no arde el estómago cuando dices que tienes ardor, sino que te atraviesa el esternón algo parecido a una daga, acerada y ácida, que se ceba una y otra vez hasta que acabas haciéndote profundas arrugas en el entrecejo.

Profundas arrugas en el entrecejo...

Qué curiosas las expresiones. Tantas veces la sintaxis nada tiene que ver con el asunto literal que convoca a las palabras, sin embargo nos entendemos de maravilla, qué será esto del lenguaje, qué lujo poder comunicarnos aunque a veces digan que sobran y con una sonrisa o una mirada sea más que suficiente; sí, eso también está muy bien y es muy cómplice y muy entrañable, sin embargo ahora mismo aunque sería precioso hablar de ello, no es el tema que me tiene de vigilia (ojalá, ojalá lo fuera).
A lo que iba, al ardor que me desvela, que venía yo a ver en la Wiki qué era exactamente y me he liado escribiendo este texto.
Anda, también se puede decir reflujo gastroesofágico.
Y tampoco es ardor, sino acidez.
Pues en mi pueblo se dice ardor, que es más gráfico y quema más.
Sigo.
¡Coño, el término médico es pirosis!
¿Ves? En mi pueblo tenían razón, es más acertado lo de pirosis.
Pirosis, pira, fuego.
Insisto, qué bien hilados están los idiomas. 
Un día oí por la radio que había cerca de 5.000 lenguas diferentes, alguna de ellas en peligro de extinción, qué pena. Las pequeñas tribus que van quedando son absorbidas por la modernidad, mira tú qué adelantos, destruir culturas ancestrales a cambio de qué… de prácticamente nada, de casi nada, de nada.
Sigo con la Wikipedia, aquí pongo el vínculo por si alguna vez más hiciera falta.

 Bien, ya me he enterado que esto se produce porque “Si el esfínter se relaja por alguna razón (como ocurre habitualmente al tragar), los contenidos del estómago, mezclados con ácido gástrico, pueden regresar al esófago” (sic).

Pues vale, pero me podían haber regresado por el día que una tiene más reflejos para combatir estás contrariedades y además puedo quejarme a gusto sin necesidad de estar a estas horas reprimiendo las ganas de decir algún taco en voz alta, que parece que no, pero alivia.
...
 (Los consejitos de la página consultada funconan, remite el fuego, estupendo. Aprovecho para volver a la cama y retomar el sueño).



viernes, 16 de septiembre de 2011

Tapetum lucidum


No nacemos por casualidad sino que somos la consecuencia de un cúmulo de casualidades que acaban transformándonos, si nos dejamos, en mercancía y como mercancía acabamos actuando ¡cuántas veces! en detrimento de nuestro propio bienestar emocional. ¡Qué pérdida de vida! 
Otras veces, por motivos equis, desarrollamos más unos sentidos que otros; mejor dicho, más unas cualidades que otras. O no sé, quizá se defina mejor como sensores aletargados que de pronto, y tras un choque, retoman actividad. A eso se le llama contragolpe. En el caso que me ocupa, por poner un ejemplo cercano, se me ha desarrollado de manera espectacular el tapetum lucidum; puedo ver de noche, con absoluta nitidez, cuestiones que ni me imaginaba pudiera llevar a cabo y, en caso de imaginarme que pudiera realizarlas, serían cuestiones de las que entendía que no podría meneallas sin que me remordiera la conciencia.
No voy a enumerarlas porque de momento van, así a groso modo, unas treinta y tantas en total y glosarlas todas rebasaría este .doc que –no sé por qué- me imagino de tamaño A4. Usar dos o más folios me parece excesivo cuando a quien tengo que recordármelo es a mi misma y no a mi ordenador.
No digo que sea bueno pasar por la UCI, no se lo aconsejo a nadie y ojalá nadie hiciera pasar por ese trance a familia y amig@s, pero ya de haber estado y de haber salido airosa, voy a sacarle provecho a la efeméride eliminando de mi vida ciertas tontunas que envilecen y limitan la capacidad que me venía incluída en el pack genético cuando nací (reconozco que no voy a ser capaz, al menos en una primera tacada, de enfrentarme a todos mis prejuicios …) 
Estoy contenta de volver, de ser cada día más guapa, más lista, más puta. Entiéndanse estos adjetivos como de amplio espectro; es tan aburrida ya la literalidad...

jueves, 19 de mayo de 2011

¡Democracia real YA!

Estoy expectante y emocionada porque sé que este movimiento que emerge desde el descontento y la indignación de los jóvenes españoles dará frutos que servirán para alimentar esperanzas y sonrisas de los hijos de esta revolución, cuyos padres, en representación de todos los padres que no pueden asistir, están ahora mismo, por tercera noche seguida, acampando en la Puerta del Sol de Madrid  (en medios se habla a estas horas de 15.000 personas).
Mientras tanto, la junta electoral provincial dice que es ilegal esta acampada pacífica…
Es ilegal reivindicar pacíficamente lo que por ley corresponde pero no es ilegal robar a manos llenas como nos están robando -y otras cosas- esos políticos amorales que manchan la Historia y ningunean la Justicia. A la puta calle los que estén exentos de delitos; los que no, a la cárcel.
Habíamos llegado a tal estado que era necesaria esta reivindicación a la que me uno, sino físicamente por distancia, sí moralmente. Hay cinco millones de parados que no tienen en algunos casos ni dónde alojarse ni qué dar de comer a sus hijos mientras Rajoy y Zapatero se chulean delante de nuestras propias narices y ya nos hemos hartado que ellos y l@s sinvergüenzas que están protegid@s bajo el peligroso bipartidismo por culpa de la deficiente ley de recuento electoral o como quiera que se llame, sean quienes decidan cuánto han de despilfarrar cada día en detrimento de las necesidades básicas del ciudadano.
Se acabó, fuera mayorías absolutas de Pp y Psoe. Fuera lobbys.
¡Salud y República!

sábado, 30 de abril de 2011

Mi bici nueva

Me he comprado una bicicleta con vistas a tres calles que me sirve, también, para volar.
Hablo en serio.
Tiene 7 velocidades y eso ayuda a subir cuestas, naturalmente a base de pedal, pero con menos esfuerzo puesto que las pedaladas son más cortas y la característica esa que digo, la de volar, se materializa cuando justo cuando llego arriba (hablo de cuestecitas de nada, que una ya va mayor y…)  y empiezo el descenso. Eso es, empieza el descenso, el aire va pegado a la cara y paso a través de la vida como las aves, volando pero… sin prisa. Hablo del placer de volar, no de la necesidad de vivir a toda pastilla.
A veces, cuando pedaleo, pienso en posibles poemas que debo escribir, que tengo que escribir; mentalmente le voy dando forma pero se me olvidan cuando vuelvo a casa. Siempre me pasa igual y ya no me da rabia porque ahora sé que hay poemas que viven y poemas que matan. Los poemas que viven son los que no logro recordar pero que están ahí, aquí  quiero decir, dentro de mí; los poemas que matan siempre son ajenos y, al leerlos, el golpe es tan certero que me dejan un poco agonizante.
Pero no venía a hablar de poemas, sino de mi bicicleta nueva y brillante que da a tres calles y que, además, vuela.  Mi ruta preferida es una ribera preciosa, a tres kilómetros del punto de origen, de la que mi tío Miguel el Republicano -huido a la Argentina porque no quiso ir a la guerra- siempre conservó intacto su recuerdo y así se lo trasmitió a sus hijos. Su hija Male, que nunca ha estado en España, me habló con pasión de ese reducto para la soledad, encantador y verde, cuando nos conocimos.
Cómo me hubiera gustado pasear con él bajo la sombra de estos árboles, que es la misma sombra en la que debió gestar su necesidad de desertar para no empuñar jamás un arma.
Gracias, tío Miguel.

domingo, 17 de abril de 2011

La S.S.


Recuerdo la vez que un tropel de cofrades y adeptos me arrollaron arrastrándome hacia una calle estrecha del casco antiguo y no tuve más remedio que empezar a hiperventilar por temor a quedarme aplastada entre la imaginería y el fanatismo semanasantero. Casi me muero pero no sé si del susto o del disgusto. Es difícil de explicar la sensación por que en esos momentos no se piensa, sólo se desea, y yo deseaba salir volando por encima de las cabezas de los cofrades de cucuruchos morados y aterrizar en Australia o, sino, en la calle de al lado (que era donde realmente iba); pero no pudo ser hasta que la comitiva de dolidos y dolientes dejó libre la calzada.
Me sacudí la ropa, me limpié el sudor, me enjugué las lágrimas, me soné los mocos y eché a andar hacía la Rúa de los Notarios. Al llegar me di cuanta que no era ahí donde iba, sino a la de los Francos.

domingo, 27 de marzo de 2011

Mensaje subliminal


Las tardes de lluvia saben a yogur de piña y huelen a recuerdos.
Bueno, no siempre, otras veces no saben a nada, simplemente llueve y en ocasiones las alcantarillas no dan abasto a recoger todo el agua que cae y ésta de desperdiga o se empoza y es ahí dónde una se da cuenta de las imperfecciones municipales: el suelo no está a nivel y esto debe ser porque el ayuntamiento carece de ello. No es verdad que tenemos lo que nos merecemos, al menos mis hermanos, mis amig@s y yo nos merecemos algo más digno que un suelo (léase ayuntamiento) desnivelado. Pero mira, no voy a hablar de cosas políticas que se me revuelven las tripas, además a mí qué más me da si no le voy a volver a votar ni a maría santísima; seguirán robando y deshonrando la buena fe del votante, pero con mí voto ya no.
Decía que las tardes de lluvia huelen a recuerdos y saben a yogur; ese matiz dulce y ácido a la vez que otorga a mis labios una sonrisa entre triste y complaciente me alivia porque deja fluir, sin agobios, mis sentimientos. Ayer, por ejemplo, pensaba mientras llovía que quería abrazarte, pero no eran tus brazos los que tenía a mano. Sonreí porque podían haber sido, ¿te imaginas?, y con la misma sonrisa me resguardé bajo un paraguas con las varillas rotas por el viento que llevaba otra persona y acabamos riéndonos a carcajadas porque era tan absurdo como innecesario, llovía tanto y hacia tanto viento que llevar paraguas, y además roto, resultaba cómico.
Pero yo para entonces ya había decidido que prefería verte feliz.

sábado, 12 de marzo de 2011

Coñac francés y otros analgésicos

A Dorita le da por cantar cuando está triste, pobre mujer, si supiera cómo desentona se pegaría un tiro con una pistola de agua. A mí, sin embargo, mientras me dura la tontería me da por negarle el pan y la sal a toda sospecha humana o divina que pulule en derredor y, además, procuro no escribir porque si escribo sangran las teclas, o el bolígrafo, de tanto lirismo y al releerlo me doy una patada en la espinilla porque bien sé que todas esas tristezas se solucionan con una tableta de chocolate o, en su defecto, con una buena copa de coñac francés. En mi vida lo he probado, es cierto,  pero veo cómo lo disfrutan quienes lo beben, cómo lo paladean, con cuánto amor, con qué sutileza a la vez que maestría dan meneítos a la copa hasta que el aguardiente acaba en la gola del catador y, más tarde, en el desagüe del inodoro pero en fin, esto último no debí ponerlo ya que es una ordinariez decir en el blog de una señorita como yo que todo lo que se bebe, se mea.
Dorita, independientemente de su mala voz, es una mujer muy castiza y ella sabe bien que quien canta las penas espanta aunque… debería decirle lo del chocolate. Lo del coñac mejor no, no vaya a ser que le remueva recuerdos enterrados; su marido (que en gloria esté, como dice ella sin demasiado convencimiento), murió de cirrosis.

Día de Acción de Gracias


Cuánta gente, qué griterío, cuántos platos, cuántos excesos. Como siempre, sobrará la mitad. 
_No, no, que te digo que no quiero vino, que me acerques la cocacola.
_Parece mentira, pero la tortilla de patata es lo que más éxito tiene siempre en este tipo de comilonas.
_¿Qué cuchichearán entre sí las primas de Santander si hasta hace poco ni se hablaban entre ellas?
_Javier se está quedando calvo, con lo joven que es. 
_¡Callarse coño, que no sé qué dice la abuela! ¡Ah, que le duele la cabeza! Pues no coma más empanada, mujer, que a lo mejor es de eso –pontifica tío Lorenzo.
_Ha dicho que le pongas más gaseosa a la cerveza, no que le duela la cabeza, que estás muy sordo, Lorenzo (risotada general en este lado de la mesa).
_Raquel desde que se separó parece que está más relajada, ¿verdad? No me extraña, menudo cabrón era el Ricardito.
_¿De qué habláis por aquí? De nada, Raquel, de lo rico que le quedó a tu madre el estofado de rabo de buey…
(Yo, mientras tanto, debería haber ido otra vez con las niñas a buscar más piedras al río.  Para hacer una pared)

viernes, 11 de marzo de 2011

¡Somos piedras!

Fuimos a buscar piedras a la orilla del río. Con sumo cuidado elegimos cuatro. Yo soy, por razones obvias, la piedra más grande, después está la de Diego (que ya no viene con nosotras porque es mayor), la tercera piedra es Mimi y la más pequeñita es Ro. Las hemos lavado concienzudamente y, una vez secas, con un rotulador le he puesto nuestros nombres.
Desde hoy somos piedras, las niñas así lo han decidido.
Me encanta que esta vez la idea haya sido suya.

sábado, 5 de marzo de 2011

Persiguiendo cometas


En una de mis escapadas nocturnas a los Cerros de Úbeda se me ocurrió idear a la persona perfecta y no hallé patrón.
Luego convine conmigo misma que la perfección sólo existe en las obras de autor cuando se juntan belleza y armonía y, salvo excepciones, en la Naturaleza. 
Los humanos, por tanto, no gozamos de ese privilegio porque hemos ido destartalándonos genéticamente a través de los siglos.
Quiero decir que para mi una persona perfecta no es precisamente una persona inteligente, rica y guapa, no, no; una persona perfecta sería una persona totalmente libre de mente, sin prejuicios ni reloj. Y juro por todos los moradores del Olimpo que no conozco a nadie que reúna las tres premisas.
Me remito, una vez más, a las tribus ancestrales y lloro en silencio cada vez que en televisión veo a un indígena con un casio o con unos levis strauss.

Hipotecarse


A mi vecina Lucía la dejó su novio de toda la vida tras más de  siete años de maridaje, con piso comprado a medias y todo y la pobre no levanta cabeza. Les quedaban quince años de hipoteca y yo le digo que eso es lo de menos. A ella le parece que sí es importante porque ahora menudo lío para repartir -dice- pero en fin, ya se encargará el juez de sentenciar cómo quedará la cosa.
Lucía es una chica mona, algo sosa pero mona, sin embargo Juanjo encontró más gracia en otra mujer bastante feucha pero muy natural y  no dudó en renunciar a los encantos de Luci.
Unos 8 kilos ha engordado mi vecina desde que se fue de casa su expareja.
-Qué bien estás ahora  -le digo por decirle algo porque a mi me da igual que esté gorda o que esté escuálida,  y ella me mira y me dice con malas maneras:
-Cállate, que pareces tonta.  Estaba mejor antes con Juanjo al lado.
Y yo me muerdo la lengua por no cantarle las calamidades que ha pasado para gustar y mantener el tipo y al tipo a su lado durante todo este tiempo de corsés y ensaladas con queso de burgos y agua fontbella -tan insulsas ambas cosas como ella-  mientras él se ponía las botas a queso manchego y cervezas mahou cinco estrellas en el bar de abajo, servidos por la camarera más simpática y rechoncha de todo el barrio, su actual pareja  (con la que jamás formalizará una hipoteca ni una unión con concejal de por medio, porque eso carece de importancia).

Con el tiempo


Esa puta manía que tienen las nubes de no dejar de moverse va a hacer que me destroce los labios de tanto mordérmelos.
Con el tiempo, una se acaba volviendo un poco más estúpida que de costumbre mientras que esa necesidad ancestral de comunicarse entre pares queda relegada a un cuarto con un ventanal enorme que da al pinar, y sobre el pinar un cielo cargado de nubes nerviosas que van a acabar conmigo sino anochece pronto, y cuando anochezca echaré de menos el cielo azul y lamentaré haberme liado a tortas con ellas; qué culpa tendrán las nubes de mis desvaríos.
Tengo aquí un espejo y me da vergüenza no verme como quisiera. 
Sobre la mesa camilla hay unas zapatillitas y un par de muñecos de peluche y me pregunto si mereció la pena haber nacido. Un francotirador me observa desde la parte de atrás del edificio y, aunque no lo veo, de nada sirve esconderme; por eso sigo en la ventana, observando el vuelo perfecto de un ave mientras dentro de mí cabeza se agita un cubilete aún  sabiendo de antemano que tengo perdida la partida.

miércoles, 26 de enero de 2011

Pies


Se llama Lucas y no sé calcular bien su edad; aunque de perfil parece más joven, ya tiene sus añitos.
No es nada guapo pero me da igual, yo voy a lo que voy y la primera vez fui por necesidad, la segunda puede que también, sin embargo a partir de la tercera, y hasta la fecha, voy por puro placer. Nunca me hubiera podido imaginar que alguien me tocara profesionalmente los pies con tantísima delicadeza.
Me refiero a mi podólogo.
Habla muy bajito y no me entero bien de lo que dice pero a todo le digo que sí por que soy incapaz de negarle nada a una persona que maneja con tanta sutileza (más que destreza, sutileza) los útiles de podología mientras que con la otra mano toma la planta como si de una frágil y quebradiza doncella se tratara.
No lo he dicho aún, pero su aspecto es más bien abrupto y por eso me sorprende de tan grata manera esa transformación que sufre cada vez que me toca una extremidad inferior, se vuelve sensual y guapo, y no puedo evitar recordar a Dante, en Martín (Hache), cuando dice:
"Me seducen las mentes, me seduce la inteligencia, me seduce una cara y un cuerpo cuando veo a una mente que los mueve y que vale la pena conocer. Conocer, poseer, dominar, admirar. La mente Hache, yo hago el amor con las mentes, ¡hay que follarse a las mentes!"
Estoy segura que Lucas sustituye en su subconsciente la palabra “mente” por la palabra “pie”. Y si no lo hace, debería hacerlo.
Veamos el resultado:
"Me seducen los pies, me seduce la inteligencia, me seduce una cara y un cuerpo cuando veo a unos pies que los mueve y que vale la pena conocer. Conocer, poseer, dominar, admirar. Los pies Hache, yo hago el amor con los pies, ¡hay que follarse a los pies!"
¿Qué sería la vida sin erotismo?
Un pliego de lija, estoy segura.