miércoles, 26 de enero de 2011

Pies


Se llama Lucas y no sé calcular bien su edad; aunque de perfil parece más joven, ya tiene sus añitos.
No es nada guapo pero me da igual, yo voy a lo que voy y la primera vez fui por necesidad, la segunda puede que también, sin embargo a partir de la tercera, y hasta la fecha, voy por puro placer. Nunca me hubiera podido imaginar que alguien me tocara profesionalmente los pies con tantísima delicadeza.
Me refiero a mi podólogo.
Habla muy bajito y no me entero bien de lo que dice pero a todo le digo que sí por que soy incapaz de negarle nada a una persona que maneja con tanta sutileza (más que destreza, sutileza) los útiles de podología mientras que con la otra mano toma la planta como si de una frágil y quebradiza doncella se tratara.
No lo he dicho aún, pero su aspecto es más bien abrupto y por eso me sorprende de tan grata manera esa transformación que sufre cada vez que me toca una extremidad inferior, se vuelve sensual y guapo, y no puedo evitar recordar a Dante, en Martín (Hache), cuando dice:
"Me seducen las mentes, me seduce la inteligencia, me seduce una cara y un cuerpo cuando veo a una mente que los mueve y que vale la pena conocer. Conocer, poseer, dominar, admirar. La mente Hache, yo hago el amor con las mentes, ¡hay que follarse a las mentes!"
Estoy segura que Lucas sustituye en su subconsciente la palabra “mente” por la palabra “pie”. Y si no lo hace, debería hacerlo.
Veamos el resultado:
"Me seducen los pies, me seduce la inteligencia, me seduce una cara y un cuerpo cuando veo a unos pies que los mueve y que vale la pena conocer. Conocer, poseer, dominar, admirar. Los pies Hache, yo hago el amor con los pies, ¡hay que follarse a los pies!"
¿Qué sería la vida sin erotismo?
Un pliego de lija, estoy segura.