lunes, 22 de junio de 2009

Carta para Carmen


Mí querida Carmen, hace un día estupendo a decir de los incondicionales del verano, pero a mí me da igual, ya sabes que no me gusta el calor que viene del sol, prefiero el calor de la amistad, ese que tú irradias.
A veces sobran las palabras y da igual porque los silencios llevan implícitos los tequiero que no hace falta vocalizar porque están ahí mismo, acurrucados en la mirada o columpiándose en la tibieza de un leve pestañeo.
Es verdad que cuando menos te lo esperas la vida te sorprende porque suceden cosas extrañas. Cosas que meses antes, semanas antes, días antes eran impensables. Cosas que duelen, cosas que envenenan el alma, pero ¿sabes? la amistad es un buen antídoto para ese veneno.
La amistad, como me dijo una vez Inma, cura. No es que cure la persona que la profesa, sino el amor de esa persona porque no es que sea una forma de amor, qué va, qué va; la amistad es amor en estado puro y a mi me gusta ser tu amiga.
Esta carta no debería transcender porque es totalmente privada, pero es que me apetece escribirte y sobre todo me apetece que sientas mi abrazo y que, al sentirlo, sonrías porque una sonrisa es esa palabra exacta que no hace falta pronunciar.
Te regalo una foto de la tierra vista desde encima de las nubes. Qué maravilloso paisaje. Desde aquí arriba las cosas toman matices diferentes, se piensa mejor y todo de percibe de otra manera. Sólo cuando el avión aterriza una vuelve a ser consciente de su precaria condición de ser vivo.




Un beso, Carmen.