Blogosfera, cuatro de marzo de 2007
Estimada Persona:
Hace tiempo que quería escribirte desde este espacio blanco e infinito en el que ubiqué mi Café. Ahora, que se han ido los clientes y la cafetera aún está humeante, me siento en esta silla, junto a la mesa más alejada de la puerta, y me dedico a ti. Por unos instantes seré tuya en esencia, aunque mi cuerpo y mi alma sigan perteneciéndome para siempre.
No tengo un motivo exacto para escribirte, ni una sola razón que justifique esta carta, sin embargo tengo la necesidad de hacerlo.
Ante mi tengo un café con leche, con medio azucarillo que acabo de diluir entre el aroma que se escapa de la taza y la soledad de este preciso momento en el que te recuerdo. No, no me siento sola, no quiero que pienses que te escribo porque añore tu presencia. Me basto para entretenerme, pero ahora quiero prescindir de mi y tú serás el único universo.
Quiero contarte, entre sorbo y sorbo, que la vida se compone de instantes precisos e imprecisos, y que la muerte sólo es la última condición de la existencia. Saber vivir puede convertirse en un arte y tod@s podemos llegar a ser artistas. Hay quien se niega a aprender y su vida trascurre entre bambalinas de tedio y baúles vacíos de esperanza.
Quiero que sepas que adoro el mar y los veleros con la misma entrega de quien adora a un dios en el que cree y al que le reza porque le teme. Pero yo no temo al mar; esa es la diferencia entre ambos fanatismos.
Quiero añadir que veo enloquecer, cada segundo, al mundo, que no entiendo la violencia ni la ambición. Semejante binomio provoca odio, que es el peor de los venenos cuyo antídoto, qué mala suerte, está aún por descubrir.
¿Sabes qué pienso también? que el futuro no existe sin el presente y que el presente es el fundamento de la vida. Anclarse en los recuerdos es perder la noción de los días; premeditar el futuro es anular las emociones que nos circundan en el instante mismo que se generan.
Quiero que sepas qué opino del amor. Opino que es la base fundamental de todo, pero ya sé que eso lo sabes tú también. Y l@s dos también sabemos que es tan difícil mantenerse en pie cuando perdemos una batalla que por instinto hincamos las rodillas en el suelo, en un acto de sumisión ante la desesperanza de una derrota propiciada por el desamor. Por otro lado, aún hay gente que ignora que amar no tiene límites y no sé muy bien porqué se empeñan en formalizarlo asignándole género.
Posiblemente no daría mi vida por ti, pero tampoco permitiría que nadie te la arrebatara, porque de lo único que somos dueños precisamente es de nuestra propia vida, con todas las taras, con todos los anhelos, con todos los secretos y virtudes que conforman lo que somos. Porque no somos piezas de un rompecabezas, somos pequeñas unidades que forman una sola unidad porque a la vez de ser individuales, somos el engranaje de un colectivo. Sin los demás no tenemos capacidad y nuestro ser mengua hasta convertirnos en meros proyectos de persona. También es cierto que somos pura contradicción, pero eso no sabría explicarte porqué y, permíteme la licencia, dudo que tú lo sepas, claro que tampoco es condición necesaria para entendernos.
Y hablando de personas, si todos lo somos, si todos somos seres humanos no sé porqué ni quien inventó que la diferencia está en el color o en el poder adquisitivo.
He tomado el último sorbo de café y está empezando a llover.
Una vez cumplido mi deseo de escribirte, estimada Persona, sólo me resta desearte una feliz estancia dentro del mundo, que por otro lado es el único que tenemos y desperdiciarlo sería el más grande de los errores.
Recibe un cálido abrazo.
Angelusa