domingo, 16 de noviembre de 2008

Sinestesia

Hojas que sueñan. Otoño 2008

Esta tarde escuché el silencio. Fue después de quedarme traspuesta durante unos instantes imprecisos sobre mi cama. No era duermevela. Era otro estadio anterior muy difícil de conseguir, una especie de traslación del tiempo en un mismo espacio. O algo así.
Y mientras me mantenía ese estado, me vinieron a la mente imágenes abstractas. Posiblemente de pecados que cometí pero que no necesitan absolución porque ningún dios puede –ni debe- castigar actos que fortalezcan el alma del individuo pecador.
Juro que no estaba bebida ni había fumado nada extraño. Ni tampoco estaba poseía por actividad libidinosa alguna.
A tamaña tontería o cursilada en do mayor suena lo de “escuchar el silencio”, ¿verdad? Pero me gusta. Me gusta esa sensación porque es cierto que el silencio está plagado de sones. A esa figura retórica se le llama sinestesia, que es, según la RAE:
Tropo que consiste en unir dos imágenes o sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales.
Anda que cómo se nota que llevo semanas en un taller de creación literaria. De la raíz a la hoja, se llama. Confieso que es estupendo. Nunca sospeché que me prestara voluntariamente a las críticas de los moderadores y del resto de los talleristas. “Quita una coma aquí, elimina las dieciocho metáforas que metes en los primeros tres renglones, coordina los tiempos verbales, tu texto no me sugiere nada, dale más sonoridad a la última estrofa, a ver si logras tener más capacidad de síntesis, valora cambiar un tal por un cual…” Servidora, de natural chula, ha aceptado humildemente casi todas las sugerencias. Y bueno, ahora mismo creo que un taller de creación literaria es a los escribidores, como la Meca a los mahometanos: al menos una vez en la vida deberíase acudir.


Posdata:
A punto de meter esta entrada, recordé que Simon & Garfunkel tienen un precioso tema titulado “El sonido del silencio”. Si no fuera porque lo compusieron ellos primero, podría asegurar bajo juramento que me habían pisado el sueño. Pero no, seguramente soy yo la plagiadora.