He descubierto, con antihistamínicos por medio, que también se puede vivir sin olores. Mejor dicho, sin perfumes.
De pronto una se da cuenta que las cosas tienen un aroma específico, un olor que huele a ellas mismas, sin aditivos ni colorantes que las hagan oler a lo que no son. La piel, por ejemplo, huele a piel. Dicho así parece una memez, pero puedo explicarlo, señoría. Con la venia...
Desde hace años, muchos años, mi cuerpo serrano olía a colonia, a suavizante y jabón de lavadora, a jabón de tocador, a gel de baño, a crema de manos, a crema corporal (esa que es más fluida), a... no sé... ambientadores (se echan en casa e inevitablemente alguna gota pulverizada aterriza en la piel de quien esté debajo). Resulta que el papel higiénico también es perfumado, y las toallitas que se llevan en el bolso para limpiarse las manos cuando sales a comer fuera. Las mismísimas compresas de celulosa también llevan perfume, los pañuelitos de papel ídem.... En fin, que un sinnúmero de productos de uso y abuso habitual hace que el olor natural uno mismo y de lo que nos rodea se enmascare y huela a marca comercial.
Pero... descubrir de pronto que las sábanas no huelen Vernel, es todo un hallazgo.
Es cierto que en muchas ocasiones asociamos a alguien determinado con un olor, el olor de su perfume habitual. De manera que cuando hueles ese mismo olor en otra persona, irremediablemente te lleva a la primera. Podríamos decir que un perfume a veces forma parte de la personalidad de alguien. Pues no. De eso nada. Desde hace tres semanas sé que esa teoría (que por otro lado me acabo de sacar de la manga), se desbarata por sí misma.
Otra cosa son los olores de la Naturaleza, esto es, el olor a hierba, a plantas, a corteza de árbol de los montes y los campos; el olor a rosas y demás flores en los jardines. O ese olor penetrante cuando nos sumergimos en un pinar, o el olor a madera cuando pasas por una carpintería en la que nieva serrín. ¿Y el olor de un bebé recién bañadito? Eso sí que es aroma...
Este tipo de olores, cuya insistencia por parte de los laboratorios para emularlos es realmente asombrosa, este tipo de olores, repito, forman parte de la vida y salvo en los sitios contaminados por mor de la industria, en estos pueblos nuestros la Naturaleza nos los ofrece en estado puro.
El mar, por ejemplo, allá donde tienen el privilegio de tenerlo, huele a mar. ¿Y a qué huele el mar? Mmmmm.... Ese olorcillo salino y frío que lo impregna todo a medida que te vas acercando a la costa... Aún no está embotellado. Debe ser imposible.
Pues nada, que resulta que desde hace un tiempo tengo alergia a todo tipo de perfumes y la alergóloga me los ha quitado. En el fondo me estoy empezando a alegrar. Y en la superficie también.
De pronto una se da cuenta que las cosas tienen un aroma específico, un olor que huele a ellas mismas, sin aditivos ni colorantes que las hagan oler a lo que no son. La piel, por ejemplo, huele a piel. Dicho así parece una memez, pero puedo explicarlo, señoría. Con la venia...
Desde hace años, muchos años, mi cuerpo serrano olía a colonia, a suavizante y jabón de lavadora, a jabón de tocador, a gel de baño, a crema de manos, a crema corporal (esa que es más fluida), a... no sé... ambientadores (se echan en casa e inevitablemente alguna gota pulverizada aterriza en la piel de quien esté debajo). Resulta que el papel higiénico también es perfumado, y las toallitas que se llevan en el bolso para limpiarse las manos cuando sales a comer fuera. Las mismísimas compresas de celulosa también llevan perfume, los pañuelitos de papel ídem.... En fin, que un sinnúmero de productos de uso y abuso habitual hace que el olor natural uno mismo y de lo que nos rodea se enmascare y huela a marca comercial.
Pero... descubrir de pronto que las sábanas no huelen Vernel, es todo un hallazgo.
Es cierto que en muchas ocasiones asociamos a alguien determinado con un olor, el olor de su perfume habitual. De manera que cuando hueles ese mismo olor en otra persona, irremediablemente te lleva a la primera. Podríamos decir que un perfume a veces forma parte de la personalidad de alguien. Pues no. De eso nada. Desde hace tres semanas sé que esa teoría (que por otro lado me acabo de sacar de la manga), se desbarata por sí misma.
Otra cosa son los olores de la Naturaleza, esto es, el olor a hierba, a plantas, a corteza de árbol de los montes y los campos; el olor a rosas y demás flores en los jardines. O ese olor penetrante cuando nos sumergimos en un pinar, o el olor a madera cuando pasas por una carpintería en la que nieva serrín. ¿Y el olor de un bebé recién bañadito? Eso sí que es aroma...
Este tipo de olores, cuya insistencia por parte de los laboratorios para emularlos es realmente asombrosa, este tipo de olores, repito, forman parte de la vida y salvo en los sitios contaminados por mor de la industria, en estos pueblos nuestros la Naturaleza nos los ofrece en estado puro.
El mar, por ejemplo, allá donde tienen el privilegio de tenerlo, huele a mar. ¿Y a qué huele el mar? Mmmmm.... Ese olorcillo salino y frío que lo impregna todo a medida que te vas acercando a la costa... Aún no está embotellado. Debe ser imposible.
Pues nada, que resulta que desde hace un tiempo tengo alergia a todo tipo de perfumes y la alergóloga me los ha quitado. En el fondo me estoy empezando a alegrar. Y en la superficie también.