jueves, 27 de octubre de 2011

Liberación


La sensación que sentí al tener el mar tan de cerca, verlo, oírlo, olerlo… empezó a formar parte de mi ADN desde el segundo exacto que caminé desde el paseo hasta la arena en dirección a las olas. Fue en Galicia y tenía 9 años. Perdí el norte en ese instante y de paso desgracié con el salitre unas botas de piel estrenadas para la ocasión, pero me importó menos que perder años después la virginidad o extraviar aquella bufanda horrenda que me habían regalado mis tías, de lana reciclada que antes había sido jersey y antes de jersey,  cojín, y antes de cojín, colcha de cama y antes de colcha de cama, oveja.
La oveja en cuestión, estoy segura, en vez de leche daba naftalina por que por litros de vernel que usara, el olor a alcanfor persistía eternamente hasta acabar dudando si es que olían así todas las cosas o sólo la puñetera prenda. 
Si alguien me la hubiera robado, en el hurto hubiera llevado implícito el castigo pero lo cierto es que nadie me la robó sino que un buen día de finales de un invierno decidí extraviarla para siempre en el fondo maloliente de un contenedor de basura. Juro por quien tenga que jurarlo que fue un acto totalmente involuntario, un acto reflejo que… llevaba posponiendo dos inviernos.
¡Qué liberación!

6 comentarios:

rural dijo...

me ha sorprendido cómo se puede empezar hablando del mar y acabar, sin ningún sobresalto, evocando el olor a naftalina. ¡Sigue enseñándome a reflexionar!

Mafalda dijo...

Me has hecho reír. Además de estar de acuerdo con lo que dice rural, no pude evitar retroceder a aquellas bufandas que fueron una docena de cosas antes; o, al menos, doce jerseys sucesivos en tamaño. Recuerdo que mi madre era muy rápida calcetanto, pero un desastre con los remates y la costura de las partes del jersey. ¡Quedaban unas hombreras sin relleno alguno más que la propia costura que para sí quisieran las princesas de la Edad Media! ¡Preciosísimos, vaya!
Yo no llegué a tirarlos, por cobardía, ¡claro! Al ir haciéndome mayor dejó de torturarme con ellos.
Una bufanda de salitre desde donde viste el mar por primera vez.

Ángela dijo...

Rural, pero si sabes tú mejor que nadie reflexionar, mujera.
¿Has sacado fotos de este otoño en el Molino?

Mafalda, me encanta hacer reír. Y digas lo que digas, seguramente que los jerseys que te hacía tu madre eran encantadores.
Sí, sí... fue el galicia mi primera vez; imposible olvidarlo:-)))

Besín a ambas.

Mafalda dijo...

Sí, sí, ¡tendrías que haberlos visto!
¿Puedo preguntarte en qué playa fue?
Ah¡ El otro día paseé por tu pueblo zae morano, vi la torre del reloj, la iglesia, las calles, una plaza... Fue virtualmente, pero me gustó el paseo. Y pensaba: "Y si una de estas es la casa de Angelusa y yo sin saludarla..."

Ángela dijo...

No recuerdo qué playa fue, Mafalda, lo siento... Pero recuerdo que estaba muy nublado y que el mar era inmenso, inmenso, tanto que la tierra dejó de existir y sólo existía el mar.
Cuándo vengas a mi pueblo, y no virtualmente, házmelo saber porque eso hay que celebrarlo y te prometo que serás agasajada tal y como mandan los cánones. Pero eso sí, espera a que me ponga buena del todo. Ahps, te debo mail...

Anónimo dijo...

Eres una gran enlazadora de universos distintos y sorprendentemente complementarios.Eres una artista de lo cotidiano