Cuando era niña, y aún muchos
años después, un “no” era un no y no había mucha más discusión; tampoco tenía
matices disuasorios, ni siquiera era remotamente negociable. Era un NO, y
punto.
Ahora los noes tienen variantes,
pueden significar desde un “tal vez” hasta un tímido “si”, pasando por un “ya veremos” o por un conciliador "puede ser".
Hablo de la disciplina de antaño en
un entorno rural, tanto en casa como en el colegio. Imaginaba entonces que en
las ciudades la mentalidad de la gente era más abierta; seguro que era por que
suponía que ir a trabajar en tren o en autobús todos los días era muy moderno.
Qué conclusiones más insólitas cuando se empiezan a elucubrar cuestiones
totalmente ajenas al hábitat en el que vas creciendo, en el que te vas desarrollando
como ente pensante, pero es que a esa tierna edad la imaginación traspasa las
nubes sin tener que pagar tasas.
Una niña que vivía aquí, ya ni
recuerdo su nombre, se trasladó con su
familia a Madrid y en las primeras vacaciones me contaba que su padre marchaba
a trabajar por la mañana y no volvía hasta la noche porque iba en tren. Imagino
que la niña me lo narraba con pena y yo lo entendí al revés. Para mi era
novedoso. Además traía lazos en el pelo y aquí, a lo sumo, nos ponían un
prendedor, que entonces lo llamábamos sujetador y tuvimos que dejar de llamarlo así cuando los sostenes dejaron de llamarse sostenes. Y es que, aunque no
lo parezca, hablo de hace ya muchos años y yo nunca había visto un tren, por
que aquí el tren ni olerlo (hubiera sido precioso que hubiéramos tenido una estación).
Quería decir, que me lié, que al
traer lazos la niña hasta en días de diario, todo lo que me contaba relacionado
con su vida en Madrid lo magnificaba, me parecía superlativo.
Qué error.
Ahora ya sé, ahora ya sabe todo
el mundo, excepto los urbanitas, que dónde más calidad de vida hay, dónde mejor
se vive es en los pueblos, donde mejor se
come, donde mejor se pasea, donde mejor se duerme, donde mejor se… (rellénese
la línea de puntos), donde mejor se sueña, donde mejor se madruga, etc. porque aquí
la polución la trocamos por líquenes y las estridencias por tarareos.
¡Anda que no tarareo yo ni nada por lo
bajini cuando subo por la cuesta de la Herradura hasta la Plaza!