sábado, 17 de febrero de 2007

Imaginemos...

FOTO: Matellanes (Zamora)
Si pudiéramos escapar por unos instantes de nosotros mismos, si pudiéramos atravesar esa puerta que nos permite ir más allá de lo que somos, ¿dónde iríamos a parar? ¿En quién o en qué desearíamos convertirnos?
Imaginemos que se nos otorga esa gracia.
Imaginemos que mañana, a las ocho de la mañana, empieza la metamorfosis y que ésta tiene un plazo de validez de veinticuatro horas.
Ya puestos, imaginemos también que el tema es libre, y que a partir de ese instante matutino, tomamos las riendas de las formas o sentimientos de lo anhelado de tal manera que acabamos siendo las aristas y el núcleo de lo elegido hasta las ocho el día siguiente.
Cerremos los ojos y dejemos volar la imaginación...
Todo vale, desde adoptar la forma exacta de una entidad natural o artificial, hasta vivir la vida de un personaje admirado o venerado, o de cualquier otro ser vivo.
Ahora abramos los ojos y... a ver quién se atreve a contárnoslo.
¡Me pido última!
FOTO: Cigüeñas en Matellanes (Zamora)


miércoles, 7 de febrero de 2007

Una flor y una canción

Cuando vuelva a meter alguna cosilla, será con este ordenador reparado. Es que con los portátiles no me apaño. Ni con los pecés ajenos tampoco. Ya se sabe... las teclas no son iguales, los monitores tampoco, mis fotos sólo las vuelco aquí...
En fin, que a parte de eso, si no es en esta sala de máquinas, no tecleo. Porque se da la circunstancia que desde hace mil años es en este cuarto dónde todas mis musas se reúnen para azuzarme y sin ellas no soy nada.
Además es que... soy algo maniática pero eso no tiene porqué saberlo nadie.
Supongo que para la próxima semana esté de nuevo por aquí tecleando. Aunque leer, leeré. Tengo ya muchos Cuadernos de culto y esto crea adicción...
Un beso para tod@s. Y una flor.
Y esta canción de mis admirados Pablo y Silvio, El breve espacio en que no estás...

viernes, 2 de febrero de 2007

Las horas. Las tribus.

Foto: Gato asomándose. Fermoselle (Zamora)
Me siento a la puerta de casa mirando la tarde y dejo que el tiempo pase a través de mí.
El tiempo ni se pierde, ni se recupera; simplemente pasa. El concepto “aprovechar o perder el tiempo” no es más que una conveniencia social para medir el rendimiento laboral de las personas. A partir de ahí, se ha creado todo un mundo en función de las veinticuatro partes idénticas con las que se ha delimitado una jornada. Todo gira en torno a las agujas del reloj, marcándonos de manera tan prosaica que acabamos siendo agendas de plástico vivientes.
Siempre me han dado envidia las tribus indígenas que no se rigen por horarios, sólo por intuiciones y necesidades. Estudian el cielo, la luna, el curso de los ríos y demás incidencias naturales; entonces crean su propio mundo, sin sobresaltos ni necesidades nocivas (propias del desarrollo económico), hasta que llega el Colón de turno y lo destroza todo (cultura, modos de vida, maneras de pensar...). A cambio, Cristóbal mismo, trajo patatas y no sé que más. Qué tontería, de todas formas hubieran llegado a nuestra despensa del mismo modo que nos han llegado las hamburguesas.
Aún quedan reductos aborígenes, lo sé porque lo he soñado. Además lo he leído en algún sitio, son (perdóneseme la definición tan poco apropiada) especies en vías de extinción por culpa de los “colones” actuales, sólo que ahora en vez de ir a “descubrir” (vaya manera más estúpida de definir el vocablo “destrozar y/o expoliar” ) en vez de ir a descubrir –repito- tierras nuevas para entregárselas a los reyerzuelos de turno, van a explotar los tesoros naturales (la selva amazónica, verbigracia, pero hay desgraciadamente muchos más ejemplos) y a convertir a los indígenas en hombres-espectáculo para mofa del resto del mundo “civilizado” a la vez que, además de quitarles su honor milenario, le quitan también sus asentamientos.
Empecé hablando del paso tiempo y he acabado hablando de tribus. Será, tal vez, porque es en el único sitio dónde las horas no cuentan porque no existe el reloj.