jueves, 7 de diciembre de 2006

El chico del Este

Leyendo el cuaderno del bueno de Jean Bedel, en una entrada que titula Inesperada charla, se me anotoja escribir una anécdota que nos pasó el otro día con un chico de Europa del Este y que es digna de ser difundida. No recuerdo el país de origen del muchacho, pero eso no importa demasiado, lo que quiero decir es que no era español.
Convocadas por una amistad que vino de Sevilla a pasar una semana, nos fuimos a comer a un restaurante de mi pueblo. El camarero que nos atendió fue el chico mencionado. Que vaya ustéd a saber porqué extraño motivo llegó preciamente a este sitio, tan pequeño y tan lejos de las grandes urbes -dicho sea en plan fino-.
Para hacer honor a la verdad... el porqué realmente lo sé, aunque no me lo haya dicho nadie...
El servicio que nos prestó no es que fuera bueno, es que fue totalmente exquisito. Educación, discrección, rapidez. Tres normas que, al menos juntas, no son muy comunes en camareros o mozos de mesas (suponiendo que se llamen así, que ahora que lo escribo me suena muy antiguo y, la verdad, sin mucha definición, pero bueno... no lo borro).
Pagamos la cuenta. Nos trajo la vuelta, que eran 8 euros de nada. Una de nosotras le extendió el bilelte de 5 € de propina y el chico, rechazando la miseria de billete (5 putos euros que a penas tienen valor), dijo:
-No, no... que es mucho.
¿Os imagináis la escena? Al unísono dijimos que nada de eso, que lo aceptara, y creo que al final la más próxima a él depositó en su mano toda la vuelta. Pero esto es intranscendente, lo importante, lo realmente importante fue la actitud del chico. De vedad que a estas horas, ha pasado casi una semana, no sé aún muy bien cómo definirlo, porque me quedé, nos quedamos todas, un poco desorientadas...
Es decir, el muchacho viene de tan lejos y encuentra (¡afortunadamente!) un trabajo de camarero en un restaurante de un pueblo chiquito, posiblemente ni esté bien pagado, a duras penas habla nuestro idioma, se le ve siempre solo... y aún así conserva su dignidad íntegra.
Casi que una no está acostumbrada a estas cosas...

Esta flor va para él, nunca lo sabrá, pero yo se la regalo con toda mi admiración y respeto. Uno a mi nombre, el del resto de las comensales.

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Dália. Caseto de Vitoria

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Aunque sabes que comparto todo ese sentimiento que tan bien has descrito (no en vano, soy una de las protagonistas de tan bonita historia) quiero suscribir y firmar, si hace falta, tus palabras.
Fue una de esas anécdotas que tenemos la suerte de vivir, que te dejan una sonrisa en la boca cada vez que las recuerdas.
Espero vivir muchas, muchas de esas contigo.
¿Qué está siempre solo, dices?. Pero bueno, Ángela, cómo lo permites. Deberías ponerle remedio a eso. Besote gordo.

Anónimo dijo...

Lo raro no es su dignidad, su buen hacer o su educación, Angelusa. A mí se me antoja más insólito que el cliente lo aprecie...

Ole por vosotras.

Javier dijo...

Tu anéctota me has enternecido... seguramente por ser real.

No importa la carcasa sino lo que uno lleva dentro.

Te propongo que la próxima vez que vayas le des la flor, junto con la propina.

Un beso.

Anónimo dijo...

Hola Gelusa. Hacia mucho que no leia (no por falta de ganas, como tú bien sabes, sino de medios) y me ha encantado ver lo que has escrito. Por cierto, la historia del chico del Este es encantadora, seguro que el chico tambien. Estoy de acuerdo con Nac: no se puede permitir que este solo, hay que ponerle remedio.
Besos y una flor para ti tambien.

Ángela dijo...

Nac,también yo, al recirdarlo, dibujo una sonrisa. Estoy segura que la vida nos va a regalar muchas vivencias similares, todas buenas, porque contigo no va a ser posible que sea de otra manera.
Ponerle remedio a que el chico no esté solo, dices... No sé... me siento inferior a él...
Un besito, amiga mía.

Teresa, esas cosas hasta el ser más insensible las apreciaria. O eso creo... Un besito para tí también.

Javier, te doy mi palabra de honor que lo haré. No será la flor natural, pero posiblemnte sea esa misma dália imprimida. Gracias por la idea. Un besito, guapo.

Quetta, qué alegría verte también por aquí, qué ganas tengo de que te reparen el ordenador. ¿Ves? te perdiste la vivencia por no estar... ay ay ayyy. Menos mal que ya queda poco... Gracias por la flor y vale, habrá que poner remedio a la soledad del chico si tanto insitís Nac y tu... Un besito.

Llanos dijo...

Gracias por contarnos esta bonita historia, Gelusilla.

Aprovecho para dejarte un beso ;)

Anónimo dijo...

Gelu, me sumo a la tropa de agradecimientos por haber contado tan tierno episodio de esa manera, tu manera.

Arthur dijo...

Buenas Angelusa, la verdad yo pienso que como él viene de un país tan pobre por eso 5 euros se le hicieron mucho, no estaba acostumbrado a recibir "mucho", de todas formas su dignidad sí es de aplaudirse.

Y estoy de acuerdo con todos: NO LO DEJEN IR!

Bravo por el chico del Este.

Saludotes, abrazotes y besotes:

Sweet Dreams, de todo Corazón:
Arthur (el chico del Sur).

P.S. Del Sur porque en América Argentina es lo más al Sur que hay (junto con Chile).

Ángela dijo...

Llanos, otro besín para tí, y que sepas que fue un verdadero placer, ya no haber contado la historia, sino haberla vivido.

Arroba, gracias. Bendita tu que tuviste la ventura de ser una de las comensales. Por ello, un beso.

Arthur, me da el pálpito que ese muchacho valora más otras cosas que el dinero, aunque haya tenido que buscarse la vida lejos de su sítio. ¡Muás!

Isabel Barceló Chico dijo...

Pudor, honestidad, es lo que se deja ver en esa persona. Una suerte que haya venido aquí. Saludos cordiales.

Ángela dijo...

Sí Isabel, es una suerte saberme rodeada de gente así. Espero que ya estés mejor de tu gripe. Un besito*