Está cayendo una melujina que pa qué, me acaba de decir una mujer.
El melujino es una hierba que nace, muy junta, en los regatos; es casi
tan venerada por los devoradores de ensaladas como las arrabazas y los
berros.
Ha estado lloviendo toda la
mañana sin parar, pero no a chaparrón sino gotas pequeñas, relajadas, ligeras,
“muy bien caídas”; se dice aquí que la lluvia está bien caída cuando, en su
levedad, impregna la tierra y no forma charcos en la superficie que inunden o
aneguen lo sembrado. Y es a esa lluvia tan bien caída a la que llamamos
melujina.
La parrafada anterior se hubiera
evitado diciendo sencillamente que “lleva toda la mañana cayendo chirimiri o
calabobos”, vocablos acuñados en el norte pero usados ya en toda la península,
posiblemente porque su pronunciación acaba siendo tan graciosa como acertado su
sonido fonético, casi onomatopéyico.
Que llueva que llueva a la virgen
de la cueva…, canta Rocío con entusiasmo.
Me gusta ver llover. Una vez miré
el suero y pensé que si agujereaba la bolsita, tendría la sensación de que estaba
lloviendo. Tantos días recluída, en aislamiento invertido para más inri, dan para idear hasta maldades, ya ve usted,
doctora. Al día siguiente (juro que fue casualidad), una bolsa mal cerrada goteaba y yo la dejé
(había dos y mi vía, por tanto, no quedaba desabastecida). Al cabo del rato, cuando supuse
que se había llenado el embalse del Esla, me incorporé para llamar al timbre, que
vinieran a ponerme suero nuevo y de paso aproveche para mirar el caudal represado
sobre las baldosas grises y… ¡oh, no, mis zapatillas empapadas! Pero como hasta
los contratiempos se pueden rentabilizar, imaginé que eran dos barquitas, de manera que cuando llegó la enfermera me pilló sonriendo y me dijo “eso es que te acaba de
llamar el novio y por eso estás tan contenta” y yo le dije con cara de pava: “¡sí!”.
Tenía otro par de los de “por si acaso” en el armario (otro par de zapatillas,
no de novios) y tal vez por eso no maldije, una por una, todas las cosas.
Me acaba de llamar una amiga lamentándose por el exceso de lluvia y yo le dije que llevábamos meses sin catarla, que qué
quejica y me contestó que hacía dos semanas que llovia y que además “mira tú en la
época que estamos ya, y con lluvia y frío”. Vaya temas de tratar por teléfono, ¿verdad?
Pero es cierto, a punto estamos de que
sea mayo y a penas hay flores entre la hierba de los prados y y las huertas que se
ven desde mi casa. Además tengo que caminar, no ya retomar el camino dejado
hace meses, sino tomar uno nuevo, con piedras, sí, pero no las mismas. Que sean
otras piedras las que me hagan tropezar y así todo será tan nuevo que dejaré
que la necesidad humana de enredarlo todo me sorprenda otra vez.
4 comentarios:
Bravo, de esta destilería quería yo beber. Sigue con el caudal, sigue con el ritmo. Y si hay un novio en la sala, que no se pierda a esta mujer en su camino.
¡Qué buen texto! De hiladura de la fina, de una cosa a la otra como si formasen parte del mismo todo (quizás nuestro pensamiento sea así, aunque a veces parezca deslabazado.
En este norte del oeste, la lluvia menuda se llama de un modo precioso también: "orballo", está orballando, decimos. El nombre que tiene por ahí me gusta mucho, es sonoro y hace referencia a lo menudo.
Pues eso, que la milujina continúe para que te inspire y esto florezca como antes, cuando eran otras las piedras del camino.
Un besote.
Gracias, guapas, sois más buenas que el pan bendito.
Muássssss
Hoy que está diluviando aquí en mi "lar" me ha aportado la sorpresa de encontrarte y por ello (además de otras razones meramente físicas) hoy agradezco "un montón" la lluvia
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