miércoles, 8 de diciembre de 2010

Liberación


Se había helado todo, desde las antenas de los televisores más modernos hasta las ramas más gruesas de los arbustos. Incluso el humo de las chimeneas de las casas más felices había quedado suspendido en el aire y hubo quien vio la manera de sacarle beneficio económico a tan curioso accidente atmosférico e imaginó la forma de venderlo embotellado. A los turistas, ya se sabe, les encanta comprar tonterías made in el sitio que visitan. Sin ir más lejos, los primeros en adquirir el famoso humo congelado fue un matrimonio de un país donde los hombres son muy altos y las mujeres no se tiñen el pelo jamás. Como ninguno de los dos supo para qué podría valer semejante souvenir, pusieron la botella en el mueble de salón, a una altura suficiente para que su hijo no pudiera alcanzarla. Pero véase que la curiosidad de los infantes no conoce prohibiciones* y, valiéndose de una silla, la criatura se puso de puntillas hasta llegar a ella; desenroscó el tapón, tocó y olió el contenido, se puso en guardia y exclamó extrañado:
_¡Huele a humo!
_¿Humo? -preguntose a sí mismo.
_¡Humo! -afirmó.
Se encogió de hombros, dijo sí con la cabeza y agitó con sus manitas el envase; poco a poco el humo fue saliendo en línea recta hasta encontrar el hueco de la chimenea, ascendiendo, ¡por fin!, hasta más arriba las nubes.

*Está comprobado científicamente que los niños de 5 añitos ya conocen el fundamento y la textura de todos los adornos inútiles de su casa.

4 comentarios:

Talín dijo...

Magnífico: humo de regalo. Magnífico. Eso merece un premio. Solo por leer estas pequeñas joyas vale la pena conocer a una zamorana que además es republicana.

Mi enhorabuena

Moony-A media luz dijo...

A dios gracias...
¿Qué haríamos con todas las gilipolleces si no hubiera niños de 5 años?

Un beso grande.

Isabel rural dijo...

Genial! Me has hecho reflexionar a estas horas de la "matina" (cosa que consideraba imposible) y voy a limpiar mi coco de adornos inútiles.

Isabel Barceló Chico dijo...

Los niños son más listos de lo que creemos. ¿Para qué otra cosa puede servir el humo más que para ascender? Encantador relato. Un abrazo, querida amiga.