
Hay quien dice que no se arrepiente de nada en su vida. Qué suerte, porque yo me arrepiento de tantas cosas qué he hecho y sobre todo, me arrepiento de tantas otras que debí hacer y no hice.
Si hay dos caminos, uno a un lado y otro al otro, la inmensa mayoría de las veces he tomado el de el medio, ese que está perfectamente asfaltado, sin darme cuenta que el alquitrán va desgastando la suela del calzado y va quemando, poco a poco, el alma; porque resulta que el alquitrán es inflamable.
Una vez me dijeron “tomes la decisión que tomes, siempre te vas a equivocar”. En ese momento no se me ocurrió desgranar el sentido de la frase, supongo que porque formaba parte de una conversación posiblemente intrascendente, pero al cabo de unos minutos, sacándola de contexto, sospeché que la oración era errónea o por lo menos errónea en la medida que yo la interpreté. Ahora, muchos años después, estoy convencida que, efectivamente, estaba totalmente errada la sentencia.
Hay decisiones que se toman -eligiendo el camino de tierra batida- y cambian íntimamente el sentido de la vida; pero el polvo se sacude y las botas siguen estando impecables.
Y hay otras decisiones cuya orografía es ora pedregosa, ora árida. Sin embargo, dicen que una vez alcanzado el otro extremo aparece un frondoso valle.
Es decir, hay decisiones que no van más allá de uno mismo y que no perjudican ni benefician a terceros. Y hay otras que posiblemente cueste mucho trabajo tomarlas, tanto como piedras te encuentres en el camino, pero que sería tan conveniente como necesario consumar, aunque para ello tengas que asumir o, mejor dicho, renunciar a ciertos tramos perfectamente asfaltados en tú vida.
¿Y porque pienso yo ahora mismo en estas cosas? No tengo ni idea. Debe ser porque buscando en el armario de la galería betún de judea para teñir un maletín de madera que compré esta tarde en Bragança, me topé con unas botas de montaña que hace años que no pongo.
*Arroba, te he copiado lo de la cajita para meter las acuarelas y los pinceles. Soy una copiona. Que los dioses sepan perdonarme. Y si no saben, que le den por saco.