Fíjate Calendario, ya es 27 de diciembre y yo con estos pelos, con estas ojeras y con los cacharros de todo el año sin fregar. Menos mal que de vez en cuando voy rompiendo algún que otro plato…
En unos días tendremos en el rellano al 2009. Y en la cocina te tendremos a ti, Calendario, en un lugar cómodo pero discreto, posiblemente escondido detrás de la puerta. Reconoce, hijo, que eres algo antiestético como elemento decorativo. Y encima anunciando a un almacén de grúas elevadoras que ni nos va ni nos viene.
Antes -recuerdo las preferencias de mi abuela- estaba doce meses dando la torrija en la cocina un sagrado corazón llorando como un descosido. Qué repelús me han dado siempre los santos y sus vísceras. Un añito entero y verdadero un corazón chorreando sangre azulejos abajo mientras los ojos miraban al fluorescente. Y al año siguiente, una inmaculada concepción encabritada en una nube mirando hacia el mismo sitio. Y así hasta completar el santoral durante los noventa y tantos años que vivió la abuela.
Qué tendrán los fluorescentes que no tengan las bombillas, ¿verdad?
En fin, Calendario, en mi cocina te espero. Y no te me pongas tonto porque sinceramente no me haces falta. Que sepas que no te pongo por necesidad, sino por tradición familiar.
En el 2009 os deseo a tod@s lo mejor del mundo, pero en su justa medida porque los excesos nunca fueron buenos.
Un abrazo.